Hace unos meses, en septiembre de 2010, hice un viaje con un amigo a la República Checa. Durante 10 días recorrimos un montón de pueblos y ciudades extraordinariamente bonitas. Pero la historia que os voy a contar sucedió antes incluso de poner un pie en Praga, primer destino y punto de partida y llegada de nuestro road trip:
El vuelo a Praga no fue directo desde Madrid, sino que tuvimos que hacer escala en Frankfurt. Tanto en mi caso como en el de mi amigo era la primera vez que viajábamos a un país de moneda distinta al euro, y decidimos cambiar a chismes (nombre genérico de cualquier moneda distinta a la nuestra) al llegar al destino.
La escala duraba casi una hora y el aeropuerto no era muy grande, así que, una vez localizada la nueva puerta de embarque y previa conversación en el fluído alemán de mi amigo con el personal de tierra del aeropuerto, decidimos que teníamos tiempo para tomarnos una manzanilla (ya sabéis que lo de viajar pone los nervios a la moda).
Para nuestro regocijo, encontramos una cafetería con espacio de fumadores y, previa exclamación de alborozo, nos dirigimos a la estilizada, rubia y alta camarera (esta vez yo, en mi fluido inglés).
De repente, antes de pagar, Angel, dirigiéndome una mirada de terror, me recordó que ¡no disponíamos de chismes alemanes para pagar!. Los nervios de mi estómago se triplicaron al comprender no sólo que la tan ansiada manzanilla quizás no llegase nunca, sino ,sobre todo, que ya estaba el pedido listo y que el tamaño del personal que trabajaba en el local superaba con creces el doble de la talla media española...
Decidida ya a abonar la consumición con tarjeta (el espacio de tiempo consumido en tomar esta decisión fue mínimo, si bien a mi me pareció que pasaban siglos), se me ocurrió mirar el tiquet que me presentaba la dulce señorita de la barra, y mi estupor fue mayúsculo por dos razones:
- ¿Cómo dos manzanillas pueden costar 12 chismes?
- ¿Cómo dos manzanillas pueden costar 12 chismes, si encima los chismes resulta que no son tales, sino que son euros?.
Con mi cara todavía como la bandera de Japón pagué en monedas europeas las consumiciones y nos fuimos a la zona de fumadores, mientras observávamos cómo se reían dos chicos sentados en una de las mesas de al lado de la barra. Obviamente españoles, y conocedores de nuestro lío mental con eso de los chismes y los euros, enseguida se nos presentaron. Ellos volvían de Praga y, la verdad, no hay despiste que por bien no venga, ya que nos indicaron unos cuantos lugares que visitar y nos comentaron su experiencia.
Ahora os toca a vosotros...¿cuántas mentiras encontráis?
P.D: Absténganse de aclarar el lío los que cuenten con previo conocimiento de la historia por haberla vivido en primerísima persona...no obstante, se admite cualquier comentario cuya finalidad sea poner las cosas complicadas a los lectores y coautores de este blog...
¿QUIÉN ES EL MÁS PERSPICAZ?..pistas no faltan...